viernes, 3 de julio de 2009

EUROPA: ¿Monnet o Berlusconi?

Las últimas elecciones europeas han puesto de manifiesto una Europa que se debate entre un conservadurismo político, movilizado en cruzada nacionalista y un escepticismo social ante una Europa que no acaba de soltar amarras, a merced de unos líderes que apenas alcanzan a ser conocidos en sus propios países, y ante una izquierda que cada día se hunde en la irrelevancia por carecer de una idea común sobre el proyecto europeo.

La idea inicial del mercado común fue impulsada mayoritariamente por políticos del ámbito democratacristiano cuya visión, aunque hoy nos parece desequilibrada hacia lo mercantil en detrimento de lo político, no hay que olvidar el momento y las circunstancias políticas en que se fraguó. Monnet, Schumann, Adenauer, Spaak, de Gásperi…, considerados como los padres de Europa, partían con la idea, especialmente el primero, de la necesidad de avanzar desde la comunidad económica hacia a una unión política que suprimiera fronteras y superara soberanías nacionales en el futuro.

Posteriormente, el avance de la socialdemocracia en diversos países europeos, especialmente en Alemania, propició una aceleración con marcado énfasis en lo social y lo político. Europa no podía seguir siendo solo un mercado. De ésta manera comenzó una etapa que estuvo liderada por políticos socialdemócratas de marcada personalidad en el ámbito internacional, Willy Brand, Delors, Mitterrand, González, Kreisky, Helmut Schmidt, Soares, junto con democristianos o centristas como Kohl o Chirac.

En esta fase se pasa de la Europa de los seis fundadores a la de quince; se eliminan fronteras internas con el tratado de Schengen; se pasa a elegir el Parlamento Europeo por sufragio universal; se crea el Sistema Monetario Europeo y se inicia el proceso para la moneda única; se impulsa la integración reformando los tratados originarios de Roma con el Acta Única y los tratados de Maastricht y Ámsterdam, dando lugar al nacimiento de la Unión Europea.

En esta etapa jugó un papel fundamental la Internacional Socialista. Willy Brand como
presidente de esta organización entre 1976 y 1992 y como canciller de la RFA durante buena parte de este periodo imprimió una dinámica al proceso europeo que fue continuado por sus sucesores, especialmente Schmidt y Kohl.

Este proceso, de grandes expectativas de futuro, empieza a producir dudas a mediados de la década de los noventa. La expectativa de la moneda única y el tratado de Ámsterdam, a pesar del avance que suponían, ocasiona vértigos en buena parte de los 15 miembros por el nuevo rumbo político que iniciaba la UE. Estos comenzaron a aflorar en la cumbre de Niza, que estuvo marcada por tensiones entre quienes propugnaban la primacía de los intereses nacionales frente a los que defendían el proyecto de integración. Recordemos que en esta cumbre, el presidente Aznar llevó la tensión al límite para potenciar minorías de bloqueo nacionales frente a los acuerdos mayoritarios en el marco de la Unión.

Pero el golpe mas duro al proyecto político europeo es la ampliación a 25 y después a 27. Los nuevos países procedentes de la antigua órbita soviética, con gobiernos conservadores de marcado carácter nacionalista buscan en realidad fortalecerse en la UE frente a la antigua “metrópoli” antes que participar en un proyecto político y económico común. Algunos de estos países, como Polonia antes y ahora la República Checa, están realmente más interesados en la OTAN, con su antigua concepción de instrumento de la guerra fría.

Las últimas elecciones europeas han supuesto la consolidación de esta tendencia y el fortalecimiento de las posiciones nacionalistas frente al proyecto común. Las fuerzas conservadoras nacionalistas, euroescépticas o directamente antieuropeas, han sustituido a aquellas fuerzas democristianas, y otras de la derecha europea moderna que, junto a las socialdemócratas consiguieron transformar Europa. Sarcozy es hoy una isla europeísta en el espectro de la derecha actual y Merkel está lejos del nivel de sus predecesores en la cancillería alemana para entender e impulsar el proyecto europeo.

¿Y la izquierda europea? El ascenso al poder de Tony Blair y su “discreto encanto” en 1994, significó un punto y aparte en el proyecto socialdemócrata europeo, con dudas sobre el mismo - como todos los ingleses- se mostró desde el principio mas preocupado en impulsar una tercera vía supuestamente superadora de la socialdemocracia, encontrando eco en no pocos sectores de los partidos socialistas europeos. Y si bien no consiguió articular un proyecto teórico claro, definidor de su idea, sí que produjo, por el contrario, un frenazo en la elaboración política de la izquierda para el siglo XXI. Tal actitud redujo a cenizas el pilar europeo de la Internacional Socialista y con él la propia organización. No hay que olvidar que desaparecidos los lideres mas carismáticos como Brand, Palme, Schmidt, Mitterrand, o fuera de la primera línea otros como González, Blair era el líder mas importante que quedaba en el poder, perteneciente a la IS. En este marco, el declive de las ideas políticas europeas fue total y el colofón, no por esperado menos traumático y desmoralizador: la alianza de Blair con G. Bush en la invasión de Irak.

El desarme ideológico de la izquierda europea ha coincidido, en primer lugar, con el ascenso de las derechas nacionalistas del este europeo a las que se ha unido el inefable Berlusconi, y en segundo, con el embate de la crisis económica. Unidos uno y otro factor pueden producir efectos desastrosos para el proyecto europeo y especialmente para la Europa Social. El intento de elevar la jornada semanal de trabajo hasta las 65 horas no fue mas que un anticipo de lo que puede caer. Esta vez, la tenaz resistencia impulsada por el diputado socialista español Alejandro Cercas consiguió convencer a los diputados de la izquierda europea de que la única batalla perdida es la que no se libra, por eso acabó ganándola, pero… ¿hasta cuando?

La derecha económica y política, perdido ya el complejo de culpa -si es que alguna vez lo tuvo por
su autoría de la crisis se ha lanzado a ganar la batalla de la salida de la misma, es decir, sin asumir sus costes y sin permitir modificación alguna de las estructuras económicas que pudiera perjudicar sus privilegios, pero además, ha perdido todo resto de la ética que caracterizó a los democristianos de la posguerra. La moral Berlusconiana, no solo en Italia, va ganando terreno, y comprende desde la imputación penal a los inmigrantes sin papeles a las fiestas de Villa Certosa; desde la corrupción política que significa la justificación de los “cuatro trajes” al atentado contra los derechos humanos de la panificadora de Gandia sin que se escandalicen aquellos que tenían el
deber de prevenir sus causas; desde la hipocresía que implica la “ceguera” frente a los contratos blindados y retribuciones escandalosas de banqueros y ejecutivos al reclamo del despido libre de los trabajadores.

La izquierda europea necesita recomponerse con extrema urgencia, porque solo a partir de un rearme ideológico que dé lugar a una posición coherente en todos los países de la UE será posible corregir los desatinos que propiciaron la crisis; porque es necesario recuperar el proyecto integrador político y social europeo; porque a la vista de la deriva nacionalista de la mayor parte de las fuerzas conservadoras europeas solo una socialdemocracia actualizada y homogénea en el ámbito europeo será capaz de liderar el cambio de rumbo que Europa necesita; y también, porque no podemos seguir impávidos mientras siguen creciendo ideas xenófobas que ya condujeron al desastre de Europa.

Firmado por Octubre 82

Octubre 82 es un grupo de opinión integrado por Francesc de Paula Seva, Elena García, Manuel Giménez, Marisol Moreno, Miguel Angel Esteve, Conchi Moril, Juan Figueres, Isabel Sellés y José Angel Baeza.

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